Rito Funerario

En mi pueblo los cementerios están dejando de tener personalidad... a mis ojos, obviamente. Para mi tranquilidad, en un arranque macho de egoismo postmorten, tengo reservado mi hueco en un cementerio de verdad; de esos con caminos descuidados, con matorrales salvajes y aterradores malvivientes nocturnos.

Sé que muy diferente al que servirá de almacen final para los restos de Farrah y Michael.

Todos los días muere gente... Pero esta semana el deceso de estos referentes culturales públicos me permiten tornar la mirada hacia esa muestra de evolución que significan los ritos funerarios. Declaración explícita de interés por lo que hemos sido y vamos a ser, que está presente en toda civilización, bajo las particularidades que el conjunto de creencias de la mayoría determina.

Justificado en nuestra visión del más allá y de la temporalidad de nuestra existencia terrenal, todo el aparataje de acompañamiento a esa hora final se presta tanto para una gradual (aunque nunca sencilla) adaptación a la falta del alguién, como para tener oportunidad de ser útil a nuestros más allegados ante el súbito desconcierto y desconsuelo.

La necesidad práctica del rito funerario es indiscutible, pero el significado de las manifestaciones es innegable que nace de la manifestación del amor que atesoramos para con el que ha concluido su vida.

Toda la explicación de permanencias, trascendencias, transmutaciones, evoluciones, liberaciones, renacimientos... son simples máscaras con las que nuestra intelectualidad crea un puente entre nuestra pasión y razón ante el hecho más natural y primitivo.

Permítome entender que la universalidad de esa inquietud nos hermana... sin importar el fin ó propósito implícito, nos acerca ese procurar que aquellos que han sido parte de nuestra vida, lo seán aun después de sus muertes.